Lic. Rubén Ríos Uribe
Como en los viejos tiempos, el Fondo Monetario Internacional nos dijo lo que tenemos que hacer con Pemex: buscar asociaciones con el sector privado para obtener capital, desprenderse de activos no esenciales, abandonar campos no rentables y, la joya de la corona, suspender indefinidamente –si no es que para siempre- la construcción de la refinería de Dos Bocas.
Como en los nuevos tiempos, no le hicimos caso.
En las últimas décadas, la palabra del FMI era ley. Para el Gobierno de México en manos de economistas neoliberales era impensable apartarse de sus lineamientos. Obedecerlo al pie de la letra no era ningún motivo de preocupación, vergüenza o remordimiento. Al contrario, obtener una estrellita suya en la frente era motivo de prestigio internacional, una razón para sentirse orgulloso y una confirmación de que se estaban haciendo bien las cosas. Se podía dormir tranquilo como duermen tranquilos los capitanes de barco que ignoran que se dirigen a una tragedia.
El problema eran los resultados.
Una lógica muy elemental nos dice que cuando la teoría y la realidad no coinciden, la realidad no puede estar equivocada. Los científicos de ciencias duras lo saben muy bien. Cuando la observación de un fenómeno contradice sus teorías, por ejemplo los físicos, no le echan la culpa a la realidad, sino que se ven obligados a repensar y reescribir sus fórmulas. Algo debe estar mal, en algo me equivoqué, piensan. Los científicos serios siempre tienen el borrador a la mano.
A los economistas neoliberales parece que les cuesta más trabajo reconocer su error. Insisten en que sus fórmulas son las correctas, mientras la realidad de pobreza, desigualdad, injusticia social, pérdida de calidad de vida, inminente colapso de nuestro sistema de pensiones, depredación de recursos naturales, rezago educativo, migración forzada, patrimonio cultural en riesgo, sistema de salud precario y un largo rosario de fenómenos derivados de lo anterior: violencia, drogas, desintegración social les escupen en la cara su error.
Desobedecer al FMI no es un asunto de arrogancia ideológica. Es un tema de elemental sentido común, porque sus fórmulas no sólo no parecen habernos ayudado, sino que nos han hundido en una situación donde 52 millones de personas son pobres y, de ellas, 9 millones son extrema pobreza, definición que incluye padecer hambre.
Así que mexicanas y mexicanos podemos celebrar que tenemos un Gobierno que ejerce su Soberanía, que respetuosamente declina las amables indicaciones del FMI como lo que son y que sigue por la ruta que dicta la sensatez, como quien abandona una dieta que lo ha enfermado.
Hoy, afortunadamente la refinería de Dos Bocas sigue en marcha.
Concluyó con la famosa frase que se le atribuye erróneamente a Albert Einstein. En verdad nadie sabe quién la dijo, pero su origen anónimo no le resta razón: locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando resultados diferentes.
*Diputado local. Presidente de la Mesa Directiva.